miércoles, 17 de septiembre de 2014

UnCuentoEncerradoEnUnaEnciclopedia

Isabel estaba enamorada y tenía en el corazón todas las revoluciones. No sabía esto su padre, quien había laborado por tres décadas como vendedor de enciclopedias. Fascinante profesión esta. Ir por las calles demostrando a la gente la hermosura del conocimiento, los países con sus capitales, los animales con sus manchas y sus dientes, las estrellas famosas con sus fechas de nacimiento y sus respectivos vicios. Bien sabía hacerlo este hombre, quien había leído por supuesto todas sus enciclopedias, y sorprendía constantemente a sus compradores con sus conocimientos sobre mares, historia, filosofía y ciencias del mundo.
¿Quién podría resistirse a comprar sus hermosos juegos de enciclopedias, con sus brillantes e ilustrativos forros, sus imágenes hermosas de mundos lejanos y sus páginas llenas de datos fascinantes?
Isabel estaba enamorada y tenía en el corazón todas las revoluciones. Cuando su padre estaba en el mejor momento de su carrera, el mundo abre los ojos y descubre inesperadamente en sus computadoras la maravilla del internet. Millones de datos, imágenes, historias; sin tener que moverse de la casa, accediendo a conocimientos de muchos países y personas.
Pronto se llenó la casa de Isabel de enciclopedias que ya nadie compraba. Su padre se hundió en la depresión. Tomaba entonces todo tipo de pastillas, rojas, verdes, azules y amarillas.
Al tiempo se tuvieron que mudar a un apartamento más pequeño,Isabel, su padre y las enciclopedias. Entonces soñaba, enamorada, Isabel, intentando dormir sobre su cama hecha con doce tomos de historia del imperio romano y veinte tomos de historia del imperio capitalista. Se despertaba al día siguiente, y recorría su pequeña sala para desayunar en su mesa hecha con las últimas ediciones de El Mundo del Arte. Las gotas de café caían en los rostros serigrafiados de Marilyn Monroe.
El papá de Isabel no pudo conseguir ningún trabajo porque lo único que sabía era la historia del mundo y de todas las cosas. ¿Quién ocuparía contratar a un hombre así?
Isabel, a quien el hambre y el sueño no desenamoraban, salió a buscar un trabajo. Preguntaba en las oficinas y bibliotecas por puestos donde ocupaban jóvenes inteligentes como ella. Pero nadie quería contratar personas enamoradas.¡El mundo es para los que útiles, no para los que están enamoradas! Pequeña ilusa con sus sueños y deseos, con sus pasiones absurdas, con su corazón ardiendo. Bien le convendría ser una máquina y producir, ganar dinero, y comprar lo que produce a un precio que no puede pagar.

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